Cuando colmo de mimos a Bruno, mi adorable perrito (el diminutivo es puramente cariño, porque pesa cerca de 25 kg), y le hablo como a un niño, y le lleno de besos, y le malcrío, y le consiento, y le dejo subir (solo de vez en cuando…) a mi cama, y le doy comida de mi plato, y le compro juguetes y pelotas y más juguetes, y chucherías de perro, y me disculpo mil veces cuando me voy de casa por dejarle solo, y… Cuando hago cualquiera de esas cosas, digo, siempre hay alguien que me mira como si estuviera loca. Veo claramente en sus caras el típico “sólo es un perro” o, peor aún, “¡si es un animal!”… Y si alguna vez, en confianza, confieso que Bruno, para mí, es como un hijo, mis interlocutores se llevan las manos a la cabeza, alarmados. Si todavía no son padres, se lo toman como una tontería dicha por una descerebrada. Pero si tienen hijos (humanos), la frase puede llegar a sonarles como una ofensa. Y a mí tampoco me parece tan raro sentir tanto amor por esas adorables criaturas caninas peludas (¡aunque también los hay sin pelo!) de cuatro patas, que siempre se han distinguido por ser las mejores amigas de los hombres.
Por eso, un libro como Mi vida con Mochi es todo un alivio y un compendio de reconocimiento y complicidades. Gemma Gené, catalana afincada en Nueva York, comparte a través de sus viñetas su día a día con su carlino beige, muy acertadamente bautizado como Mochi, porque realmente nos lo presenta como uno de esos pastelitos nipones. La autora, conocida en las redes como @157ofgemma, lleva años ofreciendo a sus seguidores las aventuras de Mochi. Ahora, Lunwerg recopila una selección de las mejores y nos las trae en forma de libro, editado con cuidado. Los contenidos de las viñetas, clasificadas en capítulos dedicados a los grandes temas que conforman la vida de Mochi (la comida, el sueño, el amor, los paseos, las dificultades…), resultarán muy familiares para cualquier que tenga o haya tenido un perro en casa. Un perro de los que no saben que son perros y se creen humanos, claro. Como Mochi.
Con un dibujo de trazos sencillos, pero de gran claridad y expresividad, Gené nos abre una ventana a su cotidianidad canina y nos muestra cómo es una familia en la que uno de sus miembros no es (del todo) humano. Es inevitable reírse con varias de las situaciones, sobre todo si las has vivido en carne propia. Pero, aunque tú seas más de gatos que de perros, lo que conquista de estos dibujos es la personalidad de Mochi, el vínculo con su “mami”, sus conversaciones del todo verosímiles, porque Gené, como buena madre de perro, interpreta a la perfección lo que su niño le dice con los ojos, con las orejas, con una leve inclinación de la cabeza…
Mi vida con Mochi hará las delicias de cualquier amante de los animales, en general, y de los perros en particular. O de cualquier otra mascota, independientemente de su raza, que se crea humana debido a lo mimada que esté. La frescura de sus viñetas, además, hace que su lectura sea un suspiro y corramos a la red para seguir disfrutando de Gemma Gené y de su Mochi.