En un tiempo en el que las mujeres estamos aprendiendo a desaprendernos, a olvidar todos los influjos del hetero-patriarcado que hemos recibido desde niñas en nuestra educación, en nuestra cultura, en nuestra sociedad, es necesario revisar también las historias infantiles, los cuentos, las películas animadas de princesas. Desde esa Blancanieves hacendosa que cocinaba, fregaba y cantaba para esos siete hombrecitos, hasta la sirena que prefiere perder su voz a cambio de unas bonitas piernas que enamoren al príncipe en cuestión, las princesas con las que la factoría Disney nos obsequió en nuestra infancia nos hicieron un flaco favor si alguna quisiera tomarlas como modelo.
No se salva tampoco Pocahontas, la princesa india que supuso todo un hito en los films animados de Disney al presentar por primera vez un romance interracial. La película de animación la hizo famosa; otras, encarnadas por personas o también de dibujos, siguieron esa estela, y reprodujeron más o menos la historia propuesta por Disney. Pero la verdadera historia de esa princesa india fue muy distinta. Nunca hubo ningún romance con John Smith; sí, en cambio, un matrimonio e incluso una hija con el guerrero de su pueblo; y también un secuestro por parte de los ingleses que duró años y que culminó con su evangelización y su boda con un viudo que la llevó a conocer Inglaterra, viaje del que nunca regresó, puesto que murió en el barco de vuelta a Virginia, con poco más de veinte años.
Bàrbara Mestanza se propone en Pocahontas o la verdadera historia de una traviesa re-contarnos la historia de la célebre nativa americana, la historia de verdad. En caso de que eso sea posible porque, en el fondo, la propuesta de Mestanza no deja de ser una reivindicación de los límites de la verdad, de la historia que pasa a la posteridad, y de la legitimidad de cualquiera para rescatar o re-contar esas historias, esas verdades. La intérprete, dramaturga y directora presenta un montaje rompedor, atrevido, descarado, inundado de palabras y de reflexiones crudas sobre el presente y el pasado, con interludios musicales, apoyado por proyecciones, en una creación colectiva de todo el equipo, compuesto también por Laia Alberch, Judit Colomer, Carla Tovias, Rubén Homar, Miguel Triano, Maria Rovelló y Núria Milà.
Un espectáculo que nos invita, desde una práctica escénica contemporánea y con tendencias performáticas, a poner en duda la verdad establecida y a preguntarnos por el verdadero papel de las mujeres en muchas historias que nos han sido transmitidas a lo largo de los años mediante ficciones que, en muchos casos, van más allá de lo que deberían.
Pocahontas puede verse en la Sala Beckett hasta el 17 de febrero. Es la segunda parte de una trilogía sobre el vacío de la existencia humana, cuya primera parte, La mujer más fea del mundo, monólogo dirigido por Mesatanza e interpretado por Ana Rujas, se estrenó en la Sala Atrium esta temporada. Habrá que estar atentos para ver con qué cierra este ciclo la compañía La otra bestia.