La editorial Lunwerg publicaba a finales del pasado 2016 el primer libro de la ilustradora Rocío Salazar, Mentiras para ser una mujer de verdad. «Un día lo vi claro… Paso de depilarme, de apretarme las tetas con sujetadores imposibles, de machacarme los pies con zapatos que no fueron diseñados para caminar o de levantarme cada día veinte minutos antes para echarme polvos de colores en la cara. Y entonces pensé: es mi cuerpo, debería ser libre de decidir sobre él, pero ¿de verdad puedo hacerlo sin que el mundo se meta conmigo y con mi aspecto?»
Y a esa pregunta es a la que responden las viñetas de Rocío Salazar, con mucho humor y mucha lucidez, una combinación que raramente falla si está bien ejecutada, como es el caso. Aunque toda mujer contemporánea, lista y con sentido común sepa que una debe quererse tal y como es y que las modelos de revista tienen más Photoshop que otra cosa, como reza el refranero, del dicho al hecho… Porque aunque la teoría la sepamos todas, ¿somos tan atrevidas como Rocío, que un buen día decidió que estaba harta de depilarse y dejó de hacerlo, independientemente de los convencionalismos sociales?
Porque así es como empezó la historia de este libro, con las viñetas de la serie «¿Y si no me depilo más?», que tuvieron una gran acogida y repercusión en Facebook y fueron el germen de este primer trabajo personal de la ilustradora. En esta ocasión, el libro aborda otros tabús femeninos, otras mentiras que nos han contado para ser mujeres de verdad, de verdad: que no tenemos pelos, que somos todas delgadas, que no menstruamos, que está terminantemente prohibido salir de casa sin “arreglar” (¿acaso nos estropeamos?), que siempre aparentaremos no más de 35, y que debemos tener complejos para ser realmente femeninas. Sin olvidar, claro está, la mentira más gorda de todas, la «mentira suprema»: que existen mujeres de verdad, presuponiendo que las hay de mentira.
La autora rebate en cada capítulo uno de estos estereotipos con ironía y provoca la risa sincera de la lectora (y del lector cómplice también, quiero pensar), que, inevitablemente, se reconoce en más de una de las viñetas. Es precisamente el percatarnos de lo reales que son las situaciones que ilustra y que tanta gracia nos hacen lo que debería preocuparnos o, si más, hacernos reflexionar sobre hasta qué punto una mujer es libre para hacer con su cuerpo lo que quiera. O, por el contrario, cómo está condicionada por todas las reglas estéticas canónicas (hasta que cambien las modas) hasta puntos casi inconscientes.
Esta obra, sin embargo, no es un tratado a favor de los pelos, los michelines y las canas, o no es solamente eso. La conclusión a la que se llega es que todas las mujeres son mujeres de verdad, sean peludas, o flacas, o rubias, o gordas, vayan maquilladas o sin maquillar. Y que el verdadero sentido de ser una mujer de verdad es siendo como te apetezca, no como se te imponga, y, sobre todo, gustándote tal y como eres, superando los complejos absurdos.
Un libro de doscientas páginas que devoras casi sin darte cuenta, que te hace reír, cuyo dibujo es sencillo pero directo, y que cuenta, además, con un contenido inteligente, crítico y valiente que te lleva a la reflexión sobre lo que conlleva la condición de mujer en nuestros días. ¿Qué más se puede pedir? ¡Chapeau por Rocío Salazar!