Con 30 minutos de oro a sus espaldas, record de programas ganados y de dinero acumulado, y habiéndose metido en el bolsillo a la audiencia de media España, Paz Herrera, concursante de Pasapalabra, finalmente logró el bote de 1.310.000€.
Quien la sigue, la consigue. Le pasó a Emilio Aragón con Lydia Bosch en Médico de Familia, le sucedió a Sue Ellen de Dallas con sus borracheras y le ocurre ahora al próximo Felipe VI. Después de los botes de Manolo, César, Juanpe y demás congéneres masculinos, ya era hora de que alguna fémina se lo llevara crudo. O mejor dicho “bien cocinado”. Porque en este caso, lo de Paz ha sido como una buena telenovela: diaria, desgranada poco a poco, capítulo a capítulo, con sus episodios más planos y sus grandes momentos de clímax. Ungular, Robinson, nocir…, por citar algunas, fueron palabras que la cántabra falló contando con 24 aciertos camino de los 25 que completan la prueba final. Palabras que nos mantuvieron en vilo. Hasta la pasada semana.
Era vox populi que antes o después la Paz mordería el rosco. Yo lo viví en directo, a su lado; no el hecho del paso a engrosar la lista de triunfadores de Pasapalabra (no hubiera soportado salir en todos los zappings; o sí…), sino la sensación de que lo lograría, irremisiblemente. Tuve la oportunidad de participar en el concurso tres programas antes del momentazo, cuando también se quedó a tiro de una, y he de confesar que bien merecía el bote. Paz es una mujer próxima, cándida en apariencia y afable, y no sólo una buena contrincante comparable a un diccionario con patas rebosante de flema británica, sino porque además resultó ser mejor compañera: en mi caso particular, me animó a la hora de enfrentarme al temido rosco y me dio un par de consejos para que escuchara bien las definiciones y estuviera tranquilo, detalles que cualquier otro concursante que fuera a degüello no tendría por qué ofrecer a su rival. Detalles que son de agradecer.
Una vez alcanzada la corona de letras, le raparon. No al cero, que era lo que supongo que la mayoría de la audiencia esperaba, sino que le procuraron un estilismo más holgado (de pelo), aunque no por ello menos ridículo: parecía que en lugar de pelear por el rosco acababa de terminar su cita con Charles Manson. Tras eso, las emotivas llamadas de sus sobrinas, así como de sus padres, mayores ya pero muy cuerdos.
Y después, Telecinco. Como si la mujer barbuda de un circo se tratara, Paz ha ido siendo exhibida como un espectáculo por los programas más emblemáticos de la cadena. Que si ahora voy a Sálvame a compartir espacio con Kiko Matamoros mientras que en lugar de moros se mata con su ex mujer; que si ahora piso el plató de Hable con Ellas y les subo ya de paso un poco la audiencia a las otras cinco; que si me voy a ¡Qué tiempo tan feliz! a un especial de concursos de televisión de ganadores de premios millonarios…
Ahora sabemos ya todos que Paz no tiene coche, que no tiene hijos, que no tiene móvil, que Hacienda le retendrá el 52% por ciento de las ganancias (demasiado a mi modo de ver), que quiere asegurarse su jubilación, garantizar la de sus padres, los estudios de sus sobrinas y que, seguramente, esté hasta las narices de tanta popularidad retransmitida.
Y es que el anonimato es un velo invisible pero muy valioso tras el que uno puede parapetarse cuando quiere pasar inadvertido. Paz lo perdió al ganar el rosco, consciente o inconscientemente. En cualquier caso, la tempestad mediática pasará y sólo espero que pueda disfrutar de esos merecidos 1.310.000€ (o la mitad correspondiente) en su villa de Torrelavega mientras escucha El Carnaval de los Animales de Camile Saint-Saens y esboza una sonrisa de satisfacción.
PD: mi reflexión final de telespectador de hoy es: “Para no haber tenido niños, ojo lo bien que se desenvuelve Paz en Supernanny con esos malditos mocosos.”
Fotografía propiedad de la página web www.telecinco.es
s