En Cansasuelos (novedad de Libros del KO), un libro en el que se habla de muchas cosas y no se habla de nada, Ander Izagirre emprende un viaje de seis días que comienza en la plaza mayor de Bolonia, al lado de la estatua de Neptuno de Giambologna, y finaliza en Florencia guardando cola para entrar en los típicos sitios a los que hay que ir. Ese viaje turístico que se podría hacer en un tren de alta velocidad en 37 minutos se transforma en una travesía a través de pueblos, montes y antiguos caminos romanos; un periplo en el que aparecen nazis y hosteleros que sirven de cena a sus propios huéspedes; un viaje en el que hay excavadores que acaban descubriendo ruinas romanas con siglos de antigüedad y un caracol que puede suponer la muerte de un zorzal sin que ninguno de nosotros nos enteremos de nada.
Todas estas cosas, y muchas otras, están enterradas en el camino que el protagonista de esta historia, acompañado de una chica llamada S., recorre para contarnos esa misma aventura en este mismo libro. Un libro maravillosamente bien escrito en el que, otra vez, no ocurre nada pero ocurren muchas cosas.
«Bajamos a Brento. Fue aldea etrusca, luego castro romano, luego pueblo medieval con castillo, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial no dejaron una piedra encima de otra, el trigo creció en las calles. Lo reconstruyeron. Ahora vuelve a ser un pueblo. El típico pueblo en el que nunca pasa nada, solemos pensar los ignorantes.»
Izagirre aprovecha cada historia del viaje, cada anécdota con la que se encuentra, para divagar sobre algo que le ha llamado la atención, para plantearse cosas sobre lo que le rodea; sobre el mundo y sobre el arte, sobre los que estuvieron antes y sobre los que pasarán después. Aprovecha esa experiencia para preguntarse y dejarse sin respuestas. Como todos. El hecho de presenciar la forma en que un perro llamado Rambo tira a una señora de 82 años lleva al periodista, nos lleva a los lectores, a discurrir sobre el cuerpo, las capacidades, los motivos y los objetivos. Sobre el camino. Claro que cuando se especula en torno a nuestro camino figurado nos da miedo seguir adelante con nuestro camino físico. Es así como Izagirre y S. comienzan a caminar despacio, sin prisas, disfrutando del paisaje. Y es así como el lector comienza a leer despacio, sin prisas, saboreando cada palabra. Cansasuelos no es un tren de alta velocidad.
Con humor, con ironía, con una perspectiva diferente. Con pausas y prisas, con paradojas, con chistes malos y con el relato de muchas personas que se cruzaron antes que él por aquellos caminos en los que Cansasuelos discurre. Con todo eso está escrito este libro de viajes en el que pasan tantas cosas que realmente no pasa nada. Como la vida misma.