El alfabeto de fuego posee uno de los comienzos más efectivos e intrigantes que he leído en los últimos tiempos, y esto es debido únicamente a una premisa inicial: ¿Qué ocurriría si el lenguaje se volviera tóxico? Los que nos hemos dedicado a la lengua durante años y aún lo seguimos haciendo, sentimos fascinación ante este planteamiento de aparente difícil resolución.
La novela, publicada por la editorial Catedral, nos presenta a una familia judía que vive en América: Samuel, Claire y su hija Esther. Los saltos temporales entre el presente y el pasado nos permiten vislumbrar cómo era la vida de estos personajes antes de que el desconcierto se apoderara de su rutina. Asistimos a los primeros síntomas que empiezan a sufrir los progenitores al escuchar a su querida niña, que ahora se ha transformado en una irascible adolescente. Las voces de los críos, elevadas y alegres, que inundan las calles, son el detonante para que cientos de adultos enfermen irremediablemente.
Son llamativas las costumbres de esta familia judía reconstruccionista, sus ideas, sus creencias, sus acciones ante el caos que acontece a su alrededor, aunque no nos permitimos juzgarles. ¿Acaso nosotros podríamos vivir sin oír voces de chiquillos a nuestro alrededor? ¿Cómo acallar sus ruidos estridentes? Especialmente destacaría de esta obra el reflejo del comportamiento de unos personajes creyentes que llegan a estar condicionados por una religión, sin saber cómo afrontar, desde su propia fe, lo que están viviendo. Es aterrador contemplar un mundo apocalíptico, en el que la cura llegará demasiado tarde, y no saber a quién encomendarte ni a quién rezar cada noche.
Confieso que el inicio resulta trepidante y que en la primera noche de lectura volaron más de cien páginas; no obstante, varios episodios, que se situarían en el centro de la novela, pecan de falta de acción y provocan una sensación de lentitud en el lector que pierde algo de interés en la trama. Afortunadamente, los últimos capítulos recuperan la fuerza del comienzo, creando un desenlace que nos resulta desolador. Ben Marcus, escritor de dos novelas (El alfabeto de fuego y Notable American Woman) y de dos volúmenes de relatos (The Age of Wire and String y Leaving the Sea), y profesor en la Columbia University de Nueva York, deslumbra creando un mundo extraño y sacro que nos atemoriza e impresiona.
¿Es el lenguaje tan necesario para la comunicación entre seres humanos o es fácilmente sustituible? ¿Hasta dónde llegaríamos para silenciar a los más pequeños? ¿Cómo sería nuestra vida si no pudiéramos conversar con nuestros familiares? ¿Podríamos vivir sin decir a nuestros seres queridos que les queremos?