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Claves del sistema electoral británico

El 7 de mayo el Reino Unido celebrará sus elecciones parlamentarias. La crisis y el euroescepticismo amenazan con cambiar las tornas de un país que, desde el propio sistema electoral, perjudica a las minorías y favorece el bipartidismo. Conocer las peculiaridades de ese sistema es fundamental para entender la importancia de un posible cambio en el panorama político británico.

Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico - Ramón CutandaEl Reino Unido está formado por la isla de Gran Bretaña (Estados de Escocia, Inglaterra y Gales) e Irlanda del Norte. Su Parlamento se divide en la Cámara de los Comunes, Cámara baja electa democráticamente, y la Cámara de los Lores, Cámara alta de miembros por derecho eclesiástico, hereditario o vitalicio. El sistema electoral británico divide los Estados en un total de 650 circunscripciones, cada una de las cuales tendrá un representante en la Cámara de los Comunes. Ese es, precisamente, el principal aspecto que favorece a las mayorías en los comicios: cada circunscripción elige a un único diputado –el que más votos obtenga– y el resto de candidatos no obtiene representación. El sistema mayoritario uninominal provoca que muchos ciudadanos voten por el nombre con más opciones reales de obtener la mayoría, independientemente de que sea o no su candidato preferido. Esta situación ha favorecido históricamente a los dos grandes partidos del país: el Conservador y el Laborista, que suelen alternarse la mayoría absoluta y conforman el denominado Two Party System, es decir, el bipartidismo británico.

Sin embargo, la incertidumbre crece ante los comicios que tendrán lugar en mayo. La crisis económica y social ha favorecido a partidos euroescépticos como el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), en detrimento de las grandes formaciones, lo cual puede producir un panorama de minorías en el Parlamento. Si se diera la situación de que ninguno de los partidos obtenga más de la mitad de los representantes de la Cámara de los Comunes –lo que se denomina como Hung Parliament–, dos o más partidos se verían obligados a formar gobierno conjuntamente, algo poco común en la historia del Reino Unido. No obstante, esta situación ya se dio en las últimas elecciones de 2010, cuando David Cameron se vio obligado a formar la actual coalición de gobierno con los liberal-demócratas, nombrando a Nick Clegg, su rival en las hurnas, Viceprimer Ministro del Reino Unido.

Pero el sistema recoge una segunda vía en caso de que ningún partido obtenga mayoría absoluta: el partido que obtenga más escaños puede gobernar en minoría, sin formar ninguna coalición, e intentar que el Parlamento acepte su programa de gobierno. Si no consigue apoyos suficientes, estaría obligado a convocar nuevas elecciones, con el desgaste que ello supondría para los electores.

El actual sistema electoral del Reino Unido data de 1948. Desde su entrada en vigor, en numerosas ocasiones ha sido calificado como injusto y desigual por favorecer a los partidos mayoritarios y a la formación de gobiernos unipartidistas. Si analizamos los resultados de los últimos comicios en 2010, podemos observar esa desigualdad provocada por el sistema mayoritario uninominal. En aquellas elecciones el Partido Conservador obtuvo 306 escaños con un 36,4% del total de votos; el Partido Laborista consiguió 258 escaños con el 29 por ciento; y el Partido Liberal Demócrata, con un 23% de los votos, solo obtuvo 57 escaños en la Cámara baja. Además, pese a que el UKIP fue el cuarto partido más votado, no obtuvo representación, ya que no consiguió ganar en ninguna de las 650 circunscripciones.

FOTO TEXTO Nick Glegg y David Cameron, Viceprimer Ministro y Primer Ministro del Reino Unido - Number 10Para ilustrar mejor las diferencias entre partidos creadas por el propio sistema, podemos atender al número de votos que costó a cada partido conseguir un escaño (total de votos entre número de escaños obtenidos) en las elecciones de 2010. El Partido Conservador necesitó 35.000 votos por cada escaño; al Laborista le bastó con 33.000; pero el Liberal-Demócrata necesitó casi 120.000 papeletas para obtener un asiento en la Cámara de los Comunes. Esto es debido a que los escaños tienen el mismo valor independientemente del tamaño de las circunscripciones. Históricamente, los laboristas ganan en las circunscripciones con menos ciudadanos, por lo que el partido necesita un menor número de votos por cada plaza en la Cámara.

El propio Partido Laborista, pese a estar favorecido por las características del sistema, reconoce que éste es injusto y poco representativo, y propone la aplicación de un sistema de voto alternativo, en el que se exija a los candidatos ganar al menos el 50% de los sufragios y los electores voten por distintos candidatos en orden de preferencia. Este sistema, que actualmente solo se aplica en Australia, otorgaría muchas más opciones a los candidatos, ya que si uno no obtiene el 50%, se pasaría a contar la segunda opción de los electores, y así sucesivamente.

En definitiva y debates aparte, el sistema electoral británico ha favorecido durante décadas la estabilidad de los gobiernos gracias al respaldo a los partidos mayoritarios. Esta circunstancia ha conseguido frenar hasta ahora a la ola euroescéptica, que en otros países de Europa tiene una influencia mucho mayor. Sin embargo, está por ver si en las próximas elecciones las formaciones minoritarias como UKIP consiguen saltar las barreras del sistema y hacerse con un importante puesto en la historia del Reino Unido.

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