Después de casi cuatro años de guerra en Siria, las conversaciones para alcanzar un acuerdo en el conflicto se han vuelto a retomar. El encuentro ha tenido lugar entre los días 26 y 29 de enero en una residencia de la diplomacia rusa en Moscú que se ha ofrecido como mediador del enfrentamiento. Consecuentes con la complejidad del problema, las resoluciones no han sido demasiado ambiciosas y se han centrado, especialmente, en el alto al fuego y en la organización de la ayuda humanitaria.
Las negociaciones no han concluido con grandes pretensiones ya que el principal grupo rebelde sirio, la CNFORS (Coalición Nacional para las fuerzas de la Revolución y la Oposición), rechazó la invitación para participar en las reuniones alegando que, según confirmó su principal líder, Khaled Khoja, mientras el presidente Bashar al Assad permanezca en el poder no habrá acuerdo posible. Sin embargo, la asistencia a título individual de algunos representantes de fuerzas opositoras si parecen haber llegado a un consenso. El representante, Madzhid Jabu, anunció que abordarían «las cuestiones de la situación humanitaria que son de incumbencia de las autoridades intentando poner fin a la violencia, facilitar el envío de la ayuda humanitaria, el levantamiento del bloqueo de distritos cercados y el cese de bombardeos y de ataques contra civiles«.
Son las primeras conversaciones que consiguen llegar a un acuerdo después de que las últimas reuniones de Ginebra II en febrero de 2014 no alcanzaran ninguna determinación. El mayor logro obtenido ha sido la aceptación de más actores legítimos en el conflicto además del Gobierno. El moderador y director del Instituto de Estudios Orientales, Vitaly Naumkin, reconoció la transcendencia de otros actores políticos entre la oposición, incluso de grupos armados, constatando así la apertura de Rusia en el enfrentamiento. Esto supone un paso importante ya que Moscú siempre ha sido incondicional al gobierno de al Assad debido a sus intereses geopolíticos.
Pero existen grandes dificultades para consumar estas soluciones pues la guerra atestigua numerosos frentes abiertos. Según el Carter Center de Atlanta, existen más de mil grupos armados que cambian asiduamente de comportamiento y alianzas, obstaculizando el proceso comunicativo.
Además, el papel de Estados Unidos es algo contradictorio al apoyar al Ejército de Siria Libre suministrándoles armas en la lucha contra al Assad, y a su vez, bombardeando los frentes del Estado Islámico dentro del país. El secretario de Estado, John Kerry, ha afirmado que es preciso llegar a un acuerdo antes de que el Estado Islámico avance.
Por su parte, el enviado de Naciones Unidas, Steffan de Mistura, propone pactos pacíficos en ciudades estratégicas como Alepo que permitan el acceso internacional para el intercambio de prisioneros y conseguir que las milicias abandonen las armas a cambio de acceder al control administrativo de la ciudad.
Mientras se barajan todas estas posibilidades e iniciativas, el coste de la guerra no deja de sumar cifras desorbitadas con más de 200.000 muertos y 18 millones de refugiados y desplazados a sus espaldas, forjando la crisis humanitaria más significativa desde la Segunda Guerra Mundial.