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Tras la huella del monstruo: Drácula, el ser inmortal

Lo mejor que tiene un mito es que nunca pasa de moda. Durante muchos años Drácula se ha mantenido como el máximo icono de la literatura gótica y, a pesar de ello, muchos todavía no logramos comprender el verdadero sentido de esta gran obra.

En 1897 se publicó Drácula, causando sensación entre el público londinense. Aunque fue la primera vez que se editó la novela, ya había aparecido en la literatura el personaje del vampiro. Anteriormente, el poeta inglés, Lord Byron, escribió un poema, titulado El Giaour, en el que se menciona a dicho personaje. Aún así, este no se considera el origen del vampiro, sino que el germen de este lo encontramos en la obra El vampiro, un cuento de John William Polidori. La obra de Bram Stoker comienza con Jonathan Harker, el cual debe viajar a Transilvania para lograr cerrar un trato sobre varias propiedades en Londres con un conde; el joven permanece allí durante varias semanas, mientras que el conde, tras un tiempo, decide trasladarse a Londres donde se desencadenaran los horrores en los que se ven inmersos Mina, la prometida de Jonathan, su amiga Lucy y sus pretendientes.

A través de la nueva edición, por la editorial Penguin Clásicos, en la que encontramos un prefacio de Christopher Frayling y una introducción detallada de Maurice Hindle, podemos encontrar una historia totalmente pulida y completa. El estilo de Drácula destaca por dar primacía a la expresión. A través de diferentes cartas, que se escriben los personajes entre ellos, se puede ir conociendo no solo los hechos, sino también los pensamientos y sensaciones de estos. El recurso epistolar, además, permite dar protagonismo a cada uno de esos personajes en diferentes momentos de la obra. Es decir, a partir de este recurso literario, se puede observar el interés por dejar plasmado, como si fuera para la posteridad, todos estos sucesos. Por otro lado, la escritura epistolar es una de las mejores formas a través de las cuales el sentimiento que expresan esos personajes, después de mucho tiempo, siga transmitiendo esa misma fuerza que la primera vez.

Personalmente no creo que haya sido esa la razón por la que únicamente Drácula ha permanecido como modelo para las posteriores representaciones. Esto se debe, en gran medida, al principal protagonista, el conde Drácula, cuya creación se originó tras un sueño, según narró más tarde Bram Stoker. Tras la pesadilla, el autor decidió que aquel hombre, que se le había aparecido en sueños, iba a ser su monstruo. El verdadero sentido de este personaje radica, principalmente, en que simboliza un aspecto fundamental para los románticos: la superación de la muerte. Drácula será el personaje que romperá con las normas de la naturaleza, encarnando la figura de un hombre superior que ha logrado mejorar las características humanas. Por tanto, se exterioriza la representación del fin último del ideal romántico, es decir, el control de nuestra existencia a través del que logramos ser los únicos artífices de nuestro destino, casi como si fuéramos dioses.

Pero todo tiene un precio. Al lograr todo ese poder, Drácula se convierte en un ser humano mejorado, pero, a la vez, aquello que le proporciona la perfección es lo que le transforma en un monstruo. Al comienzo, se presenta como un personaje curioso, educado y culto, pero su verdadera personalidad se descubre posteriormente. En ese ambiente, lleno de misterio y oscuridad, se presenta al conde como una despiadada bestia de manos afiladas, dientes puntiagudos y ojos rojos como la sangre. Destaca por ser un gran manipulador de la mente, no solo gracias a su poder, sino también a su oratoria. Su compleja personalidad es lo que le ha convertido en el prototipo de vampiro, en el que se han basado para la creación de posteriores creaciones. Además, su naturaleza horrenda puede ser la expresión del oscuro interior de los hombres, que se materializa, en cierto sentido, en las pesadillas de estos. Un interior tenebroso que muestra la naturaleza animal que está en constante convivencia con nuestra racionalidad.

En la literatura de este período podemos encontrar personajes similares a Drácula. Dorian Gray y Frankenstein son dos personajes que se asemejan al vampiro, no solo por su condición monstruosa, sino también por ser la plasmación del ideal romántico. Aún así, todos ellos presentan esa oscura personalidad que modifican a ese conde culto o a ese libertino o incluso a esa creación deforme en esos monstruos. Estas criaturas, en especial Drácula, y al igual que sus libros, son y seguirán siendo inmortales.

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