Desde hace años, John Cheever me acompaña. No recuerdo cuándo le conocí ni qué cuento suyo leí en primer lugar; solo sé que, desde nuestro primer encuentro, sigue conmigo. Muchas noches he releído algunos de sus relatos y siempre he descubierto algo nuevo en ellos, cierta cuestión de la que no me había percatado antes. Y después de leerlo durante años, sigo admirando la forma en que concibe a sus personajes, dotándolos de humanidad y promoviendo que el lector se identifique con ellos, que los entienda como si fueran conocidos suyos. Con su prosa, delicada y minuciosa, logra confeccionar historias sobre el desencanto y la nostalgia de una generación.
Este escritor estadounidense, que obtuvo el Pulitzer en 1979, refleja en sus relatos a la clase media norteamericana, aunque a veces se cuelan en el retrato los desfavorecidos. En sus temas se aprecia el impacto de la guerra, la búsqueda de la fortuna en Nueva York, el intento por alcanzar la felicidad, la homosexualidad reprimida, las diferencias sociales, el racismo, el alcoholismo y los problemas que surgen en la vida cotidiana. La familia es representada, no solo como una unión de cariño, sino con los recelos y discusiones que brotan entre los integrantes de esta.
En mi imaginación, sus personajes cobran vida, como si estuviesen en un capítulo de «Mad Men», con sus debilidades y defectos escondidos hasta que estos afloran a la superficie y son detectados por un lector atento. De hecho, uno de estos cuentos tiene a una protagonista que comparte nombre y aspiraciones con un personaje de esta serie: Joan Harris de «Canción de amor no correspondido», una mujer que anhela ser amada y únicamente es deseada por muchos hombres. El género femenino posee importancia en algunas de estas narraciones y se advierten reivindicaciones sobre el papel que debe representar una mujer en la sociedad, aunque otras veces solo es vencida por esta, como en «Una mujer sin país».
Pese a ser uno de los relatos más conocidos del autor, «El nadador», basado en el largometraje protagonizado por Burt Lancaster, no es de mis preferidos. Me decanto por «La geometría del amor», que siempre me recordará a Carol de Patricia Highsmith, o por «Adiós, hermano mío», en el que la tensión de la trama crece gradualmente. Entre otros muchos títulos que destacaría, me agrada la forma en que se proyecta un asunto dramático en una comunidad de vecinos en «El camión de mudanzas escarlata», me sorprende la atmósfera misteriosa que se crea en torno a «El tren de las cinco cuarenta y ocho» y me sigue doliendo el desenlace de «Los Hartley», aunque siempre me prepare para recibirlo.
Literatura Random House ha recopilado los Cuentos de este escritor en un fantástico volumen que es un imprescindible para sus seguidores. Reúne más de sesenta relatos, incluyendo los más célebres. Además, este mismo sello ha publicado su correspondencia, bajo el título de Cartas, y Debolsillo dos de sus novelas: Los Wapshot y ¡Oh, esto parece el paraíso! En junio se esperan más sorpresas. Este es el año de John Cheever, disfrutémoslo.