Daniel Bernabé conforma en estos veintiún relatos una cartografía humana descomunal y absolutamente necesaria. Un libro magnífico en el que reconocerse como en la sinceridad del espejo.
Quizá la mejor manera de definir esta maravilla de libro editado por Lupercalia sería acudir a la certera frase de Álex Portero: “Este libro habla de ti”. Contundente en su aparente sencillez, esta afirmación resume a la perfección qué es Trayecto en noche cerrada, un libro de relatos urbanos en el que, por fin, el lector puede reconocerse a él y a quienes le rodean con la afilada lucidez que otorgaría un espejo. Daniel Bernabé es ese amigo que te dice las cosas claras y a la cara, esas cosas que sabes y no quieres admitir, pero cuya aceptación es la única vía posible para empezar a cambiarlas. Y duele, como duelen la mayoría de relatos de Bernabé, como duele la vida o esta migaja de vida que nos han dejado los de siempre. Pero también se atisba la esperanza, aunque nimia, de reconocernos compañeros en la trinchera del asfalto.
Daniel Bernabé realiza un ejercicio de Psicogeografía, una suerte de aquella deriva propuesta por Guy Debord y los situacionistas en el que el autor va adquiriendo conciencia de las personas y objetos que le rodean, haciendo inventario del campo de batalla y recuento de supervivientes. El narrador de todos los relatos es el propio autor o al menos alguien muy parecido, ya sea éste en primera persona o no. Un personaje más que sencillamente se detiene un instante a mirar a su alrededor, a contar lo que parece que nadie quiere contarnos y sin embargo está ahí, delante de nuestras narices o bajo nuestra propia piel. Como dice Miqui Otero en el excelente prólogo: “Ya que llueve seamos al menos conscientes de que nos mojamos”. Conciencia de clase honesta y necesaria, la que nos exige Bernabé, conciencia humana en definitiva.
Porque sí, alguien tenía que contarlo y además contarlo tan bien como lo hace Daniel Bernabé, utilizando el verbo urgente y la imagen siempre precisa, desgranando la piel exacta de lo que muchos quieren disfrazar de anécdota y que es la realidad en todo su esplendoroso fango. Al menos, repito, la realidad que nos han dejado a muchos unos pocos. Para trazar esta magnífica cartografía humana de los estragos de la crisis el autor acierta con su estilo realista y su tono cercano repleto de pasajes de una brillante lucidez y de belleza extraída de la poesía cotidiana. Y sin embargo, y esto es una percepción muy personal, creo que la prosa de Bernabé tiene más que ver con Fernán Gómez o Azcona que con Carver o Bukowski. Sea como fuere, el autor se erige con una voz propia y particular en la que la dureza del conjunto permite vislumbrar una ternura infinita, una sensibilidad en las letras totalmente alejada de sensiblerías.
Cada uno de los cuentos que componen Trayecto en noche cerrada es una joya en sí mismo, excelente en su planteamiento y estructura conceptual; el libro se abre y cierra con dos relatos magníficos que contienen historias de barrio, bares, trenes, fábricas, lucha, pobreza, desamparo y, ante todo posicionamiento, frente erguida y la loable actitud de bailar en mitad del desastre. Una maravillosa crónica cotidiana de un Madrid herido, como cualquier lugar de esta geografía de la debacle económica. Trayecto en noche cerrada es un libro tan completa, dolorosa, y hermosamente necesario, tan magníficamente contado, que tan solo se me ocurre dar las gracias a Daniel Bernabé por haberlo escrito.