Tinta y ceniza es la última novela de Andrea Tomé publicada por Grijalbo. La Historia se compone de miles de protagonistas anónimos, de secundarios que sostienen relatos desde los márgenes y narradores que ponen palabras a todo lo que ocurre. Tomé, en la nota final, explica cómo comenzó en 2013 a recabar testimonios de la Segunda Guerra Mundial, y cómo todo este trabajo ha desembocado en una novela que muestra acontecimientos tremendamente humanos. De este modo, sus letras se convertirán en una crónica en la ficción de estos sucesos reales.
La Segunda Guerra Mundial ha atravesado la vida de Vera Johnson, Rory St. George y Bram Drachman. Por lo que el nuevo panorama europeo ha truncado sus sueños de juventud. Rory y Bram se alistan en el ejército para servir a la patria y al rey. Vera, por su parte, quiere seguir dedicándose al periodismo para poder contar qué ocurre en el frente, dejar testimonio escrito. Sin embargo, su condición de mujer solo obstaculiza su carrera, pues la acreditación de corresponsal de guerra se reserva para los hombres. Así comienza una novela de amistad, de futuros inciertos, de familias imperfectas y las consecuencias de un conflicto tan gris y triste como los cielos londinenses.
Esta novela de Andrea Tomé, Tinta y ceniza, se conforma como un relato que se mueve por los acontecimientos sin pausa, sin prisa. Estas pautas narrativas recuerdan a los autores rusos del siglo XIX. Ello se debe al uso del costumbrismo como vehículo de una trama habitada por unos personajes constreñidos por la moral, la filosofía y las aspiraciones de tamaño providencial. A este fondo se le pueden sumar otras referencias y relaciones como la influencia de Imre Kertész o de la mitología y estética bíblica. En esto último me quiero detener brevemente, pues me parece especialmente relevante para comentar el estilo de Tomé: este se fusiona con el imaginario traumático, viscoso, místico del catolicismo para contar lo sangrante que resulta un conflicto de estas magnitudes. El hambre se palpa en bolsillos vueltos. La esperanza se afila hasta romper huesos. El miedo desaparece con la luz de una explosión.
La lectura de Tinta y ceniza ha sido pausada, metódica, pues he ido desentrañando y deshilachando cada recurso, hecho, silencio, referencia. Se demuestra que no es una obra en una isla, que se sustenta en la literatura clásica, en la cultura, en la religión… El arte de Andrea Tomé crece con hambre animal y resulta un auténtico placer disfrutar de él. Sinceramente, este trabajo es una muestra más de su versatilidad creativa, de su potencial literario, de su manera de plasmar el mundo. Así que solo me queda recomendártela, por supuesto, si te gusta la novela histórica; y despedirme con trepidación y cariño.